Reflexiones sobre la Evolución de las Celebraciones de Fin de Año
La Dualidad de la Sensibilidad: Niñez y Adultez
Es innegable que existe una diferencia notable entre la sensibilidad infantil y la adulta. Recuerdo con nostalgia cómo, en mi infancia, me emocionaba al llegar el fin de año. Aún puedo escuchar en mi mente un jingle que decía “Ya llegaron las tibias Fiestas…”. Es curioso, ya que en mi hogar judío no se celebraba la Navidad, pero sí el Año Nuevo y los Reyes Magos. Este peculiar mestizaje cultural me permitía participar en ciertas tradiciones sin renunciar a mi identidad.
Sin importar si había brindis o no, disfrutaba del ambiente festivo: los saludos efusivos, las prendas especiales para la ocasión, los interminables asados y esa sensación de estar creciendo hacia una adultez anhelada. En aquel entonces, alcanzar la madurez era visto como un logro; deseaba con ansias ser independiente y explorar el mundo exterior. Me preguntaba cómo sería ver nuestra ciudad durante un día normal del año escolar; siempre estábamos atrapados en las aulas mientras imaginábamos aventuras más allá de nuestras manualidades escolares.
La Desilusión ante lo Festivo
Con el paso del tiempo, esa fascinación por crecer comenzó a desvanecerse. Hay una gran diferencia entre ser «grande» y sentirse viejo. Empecé a experimentar un cierto desencanto hacia las festividades que antes tanto disfrutaba; esas reuniones anuales comenzaron a parecerme repetitivas y carentes de significado real. Los regalos se acumulaban sin necesidad real detrás de ellos; las comidas eran excesivas e innecesarias. No es que no disfrute celebrar —lo hago— pero deseo hacerlo sin sentirme obligado por una fecha específica como si marcara un cambio significativo que realmente no existe.Durante mis años adolescentes, lo revolucionario era salir a bailar después de medianoche al cumplir 18 años; sin embargo, las fiestas seguían siendo eventos familiares por excelencia. Hoy en día,aunque Nochebuena mantiene su carácter íntimo dentro del núcleo familiar,Fin de Año ha evolucionado hacia celebraciones con amigos o escapadas turísticas que nos llevan a nuevos destinos para recibir el nuevo año juntos. Esta transformación es comprensible: si todos buscamos mayor libertad personal ¿por qué no elegir cómo y con quién queremos pasar esos momentos? Sin embargo, esta libertad aún parece ser algo difícil de alcanzar para muchos.
Conclusión
Las festividades han cambiado significativamente con el tiempo reflejando nuestras propias transformaciones personales e identitarias. Mientras algunos encuentran alegría genuina en estas celebraciones tradicionales adaptadas a sus deseos actuales otros pueden sentir cierta resistencia ante lo impuesto socialmente.
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