La Travesía de Mario Robles: Un Sueño Americano Frustrado
el anhelo de un futuro mejor
Durante años, Mario Robles, un joven argentino de 25 años que eligió México como su hogar, se aferró al sueño americano.Este ideal, que muchos persiguen con la esperanza de construir una vida próspera a través del trabajo arduo y el sacrificio, lo llevó a cruzar la frontera en busca de oportunidades. Sin embargo, su llegada a Estados Unidos fue abruptamente interrumpida por un arresto y una rápida deportación.
El jueves pasado, Mario fue enviado de regreso a Argentina junto con otros nueve compatriotas tras una travesía que dejó profundas huellas tanto físicas como emocionales. “Lo más valioso no es el dinero; es la familia”, reflexiona mientras se sienta en la cocina de su madre en Villa Clara, Entre Ríos. Su mirada está fija en México, donde lo esperan su esposa y su hija pequeña.
Un viaje lleno de sacrificios
La historia comenzó hace tres años con el fallecimiento de su suegro, quien iba a ayudarlo económicamente para realizar el cruce hacia Estados Unidos. Mario tenía claro que si lograba llegar a San Antonio, Texas, contaría con un amigo dispuesto a ofrecerle alojamiento y empleo cortando césped o trabajando en fábricas. Sin embargo, era consciente del largo camino por recorrer: primero debía saldar la deuda contraída con los coyotes —los guías ilegales— antes de poder ahorrar para regresar triunfante a San Felipe, Guanajuato.
“Eso es lo que hace cualquier mexicano cuando emigra”, explica Mario mientras recuerda sus motivaciones: asegurar un futuro mejor para su hija y enseñarle desde temprana edad que nada se obtiene sin esfuerzo.
Mario estaba decidido a dejar atrás su trabajo como encargado en una constructora e incluso pasar años lejos de sus seres queridos si eso significaba brindarles mejores oportunidades. Su esposa comprendía los riesgos involucrados; antes del viaje solo le dijo: “que dios te cuide mucho en el camino”.
La travesía clandestina
El 16 de agosto partió hacia la frontera mexicana. tras dos días esperando ser llamado para cruzar al otro lado del Río bravo bajo las instrucciones del coyote encargado del grupo —compuesto por once personas— comenzó una peligrosa odisea marcada por el miedo y la incertidumbre.
Al llegar al primer punto migratorio estadounidense durante el trayecto hacia San Antonio Texas —un control similar al peaje— todo cambió drásticamente cuando las autoridades detuvieron la camioneta donde viajaban camuflados bajo mantas. En medio del caos generado por las contradicciones del conductor estadounidense ante los agentes migratorios y ante el inminente registro vehicular decidió actuar rápidamente: salió corriendo sin mirar atrás.
“corrí unos 500 metros sin parar”, recuerda Mario sobre ese momento lleno adrenalina e instinto puro; se escondió entre arbustos hasta ser descubierto tras hacer ruido involuntariamente debido al nerviosismo acumulado durante horas.
Consecuencias inesperadas
Después ser capturado junto con otros inmigrantes indocumentados pasó tres días encerrado en condiciones precarias conocidas como «hielera», donde compartió espacio reducido con personas provenientes no solo de América Latina sino también Asia y Europa Oriental. Durante este tiempo enfrentó una burocracia desalentadora; abogados saturados ofrecían soluciones rápidas pero poco efectivas: declararse culpable era casi obligatorio si deseaban salir pronto.
Mario optó por esta salida desesperada pidiendo ser repatriado rápidamente porque sabía que allí estaba lo más importante para él: su hija. Sin embargo encontró indiferencia ante sus súplicas; “En Estados Unidos no les importa tu situación personal”, lamenta ahora recordando cómo esa experiencia le dejó cicatrices difíciles de borrar.
Hoy tiene claro que nunca volverá intentar cruzar nuevamente así sea prometido éxito garantizado esta vez; prefiere buscar alternativas legales como obtener una visa laboral adecuada para viajar formalmente sin arriesgarse nuevamente ni poner en peligro lo más preciado: su familia.
Reflexiones sobre un regreso difícil
Tras pasar aproximadamente un mes detenido regresó finalmente después enfrentar múltiples obstáculos burocráticos incluyendo largos vuelos internacionales hasta llegar nuevamente a casa —un pueblo natal transformado aunque aún familiar— donde encontró algo reconfortante entre recuerdos pasados pero también dolorosos relacionados con sus sueños frustrados.
“Amo mi país aunque hable español mexicano”, afirma rotundamente mientras sostiene fotos antiguas relacionadas con sus aspiraciones futbolísticas juveniles mostrando orgullo por sus raíces argentinas pese haber vivido tantos años fuera.
Con ansias espera reunirse pronto nuevamente con aquellos quienes ama profundamente dejando atrás experiencias traumáticas vividas durante ese intento fallido hacia alcanzar aquel sueño americano tan anhelado pero tan esquivo.
Su mensaje final resuena fuerte entre quienes consideran seguir caminos similares llenos riesgos innecesarios: “No hagan lo mismo que yo hice”.